jueves, 30 de enero de 2014

SOY DEMASIADO POBRE PARA COMPRARME UNOS ZAPATOS BARATOS

La primera vez que lo escuché no lo entendí, seguramente porque mi corta edad me impedía acceder al saber derivado de la experiencia, pero los años, además de arrugas, me han ido dando el conocimiento necesario para aprender de los errores y, sobre todo, comprender tantas cosas de las que decía mi abuelo.

Estamos tan absorbidos por el actual sistema de vida, que vamos olvidando poco a poco lo que nuestros mayores sabían a base de acumular experiencia generación tras generación, crisis tras crisis, abundancia tras abundancia.

"Soy demasiado pobre para comprarme unos zapatos baratos", decía un antiguo amigo de la familia, y yo lo escuchaba entre asombrado e intrigado, pues se trataba un ciudadano español de la clase media de la época, con sus letras, su fin de mes  y sus necesidades, pero con la ilusión de poder trabajar cada día sin más preocupación que la salud de los suyos y el llegar decentemente a la edad de jubilación.

Él sabía perfectamente que nadie da duros a cuatro pesetas y que la mala calidad termina pasándonos una altísima factura más pronto que tarde. Y si además se trata de artículos que afectan a nuestra salud o bienestar, la factura puede llegar a convertirse en multa.


Hablemos de muebles.

 ¿Quien no ha tenido la tentación de comprar un mueble en kit de uno de los múltiples "bricos" que pueblan ya nuestra geografía patria, o un mueble-chollo en una de las muchas tiendas de oportunidades que nos rodean, y no hablemos ya de los "súper-sofás" o los increíbles  colchones "visco" comprados en ferias o en almacenes temporales transhumantes de la mano de supuestos trabajadores desempleados que venden los restos de stock para poder cobrar sus sueldos atrasados (valientes farsantes que juegan con la humanidad de nuestros vecinos más confiados).

Por supuesto, el mueble kit acaba siendo un rompecabezas imposible antes de poder ni terminar de montarlo, al mueble-chollo las bisagras no le aguantan más de tres vaivenes antes de descolgarse para siempre, y al ir a reclamar por el sofá o el colchón "mágicos" que a la hora de llegar a casa no nos dejan ni sentarnos ni dormir, tendremos suerte si encontramos el último rastro de los que nos lo vendieron prometiéndonos años de salud y bienestar gracias a su elixir curalotodo en forma de mueble tapizado.


Llegados aquí, muchos me diréis: "qué fácil es decir que no compremos barato".

Pero yo no hablo de barato ni caro, sino de conveniente. Si algo bueno tenemos las tiendas tradicionales es la posibilidad de poder asesorar con honestidad a nuestros clientes y, sobre todo, que en ellas  podemos demostrar con nuestro buen hacer diario si somos dignos de ser premiados con su confianza. Y si no lo somos, que el público nos evalúe y decida.

Pero sobre todo, aquí estamos para dar la cara en todo momento.

Por eso, en Romerohogar hemos tenido más en cuenta si cabe el servicio postventa que la propia venta, pues somos conscientes de que la confianza de nuestros clientes es el auténtico motor de nuestra empresa, que nació en 1978 y andando ya el 2014 sigue adelante con más empuje que nunca. Por algo será.

Gracias a todos por acompañarnos :)